Desde el año 2015 tenemos una nueva agenda internacional de desarrollo. Desde las instituciones públicas insisten en centrar la atención en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que recoge esta Agenda y en las metas que todos los países deben cumplir, dejando fuera todo el poder de transformación de la Agenda 2030. Ponen el centro en lo que hay que conseguir pero no en cómo conseguirlo ya que esto supone cuestionar el actual modelo de desarrollo y sobre todo si realmente nos creemos el “mantra “ repetido de no dejar a nadie atrás, de poner a las personas en el centro, y por tanto centrarnos en que nuestras acciones y políticas no dejen a los más vulnerables fuera del sistema.
En estos años algunas personas y entidades nos hemos resistido a centrar la atención en los ODS, porque estos son solo una parte de una agenda política que viene precedida de numerosos debates, participación de instituciones de la sociedad civil, así como de procesos muy amplios que han involucrado tanto a países como a los diferentes actores involucrados en debatir sobre los diferentes problemas a los que se enfrenta nuestro mundo, un mundo globalizado, que necesita respuestas globales que residan en problemas locales.
También seguimos en nuestro empeño en anclar esta Agenda de cambio a un marco de obligatoriedad en el cumplimiento de su objetivo, y para tal fin, solo debemos centrarnos en lo que la propia agenda nos dice: “.. hacer realidad los derechos humanos de todas las personas..”
Los derechos humanos son el marco de referencia en el marco internacional sobre como debemos avanzar en mejorar la calidad de vida de las personas, ponen a la persona en el centro y nos obligan al resto de actores a tomar en serio nuestro papel en su implementación y desarrollo en cada uno de nuestros países.
La Agenda 2030 en una Agenda anclada en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y en todo ese marco internacional de Conferencias Internacionales y Declaraciones que se han dado en los últimos 40 años. Es el reflejo de esa mirada holística a la realidad del mundo que habla de que los problemas son globales, que todas las personas del planeta, desde su realidad local tienen las mismas necesidades, aunque tengan satisfactores para cubrirlos puedan ser diferentes, y donde las preocupaciones y las soluciones pueden y deben ser compartidas por todos.
Por tanto, alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 nos obliga a hacer un buen diagnóstico tanto de nuestra realidad más cercana como de los efectos que esa realidad está teniendo en el ámbito global, así como a repensar nuestras políticas públicas, no desde el traslado de los ODS uno a uno a nuestras diferentes políticas públicas, sino pensando en los cambios que son necesarios implementar en nuestros lugares más cercanos para aportar a ese cambio global que este centrado en las personas, el planeta, las alianzas, la equidad y la paz.